LA "DAMA NEGRA"
¿Cómo se descubrió la vacuna
de la viruela?
En 1795,
Jenner empezó un minucioso estudio sobre la relación entre la viruela bovina y
la de humanos. Después de experimentar con animales descubrió que si tomaba un
extracto de una llaga de viruela bovina y se la inyectaba a un ser humano, esa
persona quedaba protegida contra la viruela.
En 1796, inoculó a su primer paciente humano, James Phipps,
un niño de 8 años, con materia tomada de la mano de una ordeñadora llamada
Sarah Nelmes a quien su vaca Blossom la había contagiado de viruela bovina.
La inoculación con el virus de viruela bovina había
producido un grado de protección definitivo contra la viruela.
En 1797 presentó el estudio ante la Royal Society describiendo su experimento.
La respuesta de los científicos fue que sus ideas eran
demasiado revolucionarias y que necesitaba presentar más pruebas.
El doctor Jenner experimentó con varios otros niños,
incluyendo su propio hijo de 11 meses.
En
1798, publicó la investigación en la que acuñó el término "vacuna",
del latín vacca (vaca).
Lo que vino no fue gloria sino burlas e, incluso, lo
denunciaron por lo repugnante e impío que para algunos era inocular a alguien
con material de un animal enfermo.
Jenner escribió un libro sobre su descubrimiento y su
difusión hizo que muchos médicos se mostraran interesados por su método. A todo
aquel que deseara la muestra de la vacuna, Jenner se la enviaba.
La viruela sobrevivió por muchos años después de la muerte
de Jenner. La vacuna fue mejorada por científicos como Louis Pasteur
(1822-1895).
Una campaña mundial de vacunación redujo año tras año los
casos hasta que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que el
mundo estaba libre de viruela.
CONVENCER AL REY
La vacuna llegó a España en 1800 y al año siguiente se
llevaron a cabo las primeras vacunaciones exitosas en Madrid. En la corte, el médico personal del rey,
Francisco Balmis, fue uno de los principales defensores del método de Jenner.
El galeno, que había trabajado durante años en la Nueva España, presentó al
soberano su proyecto para extender la vacunación de niños por las posesiones de
la corona en el mundo. El Rey Carlos IV perdió a su hija,la Infanta María
Teresa, en 1794. La pequeña apenas contaba con cuatro años cuando fue arrancada
de los brazos de su padre.
Se trataba de un viaje que duraría meses (de hecho se prolongó durante tres años) por lo que el primer problema que se presentó fue el de la conservación de la muestra, que tan solo duraba unos pocos días.
Balmis tomó una
decisión audaz: el suero sería transportado dentro de receptáculos vivos, 22 niños de la casa de
huérfanos de La Coruña:"siendo
sucesivamente inoculados brazo a brazo en el curso de la navegación,
conservarán el fluido vacuno fresco y sin alteración" hasta América.
LOS NIÑOS VACUNA
Los 22 niños, su rectora, Isabel Zendal y una decena de médicos
y enfermeros dirigidos por Balmis, partieron el 30 de noviembre de 1803 del puerto de La Coruña con rumbo al Nuevo Mundo a bordo de la corbeta María Pita.La idea era inocular la viruela a los jóvenes cada
semana de dos en dos (por si había complicaciones fatales en alguno) con las
pústulas de los vacunados la semana anterior.
El plan era temerario y éticamente
más que dudoso. Se eligió a niños porque, a falta de unos análisis que entonces
no existían, podía establecerse con seguridad si no habían padecido la viruela.
No solo se les contagiaba de una enfermedad mortal, sino que además se les
sometía a un viaje marítimo en el que muchos adultos no sobrevivían.
Aunque uno de los niños falleció en alta mar, la vigía aún
con el alma en pena se abrazó a la vida y sacó a toda la tripulación adelante.
Isabel logró que la vacuna llegase latiendo sobre la piel del último niño
inoculado en ese barco.
La «Real Expedición Filantrópica de la Vacuna»
La expedición fondeó en su primera escala, la isla de
Tenerife, el 9 de diciembre, donde, nada más llegar, se inoculó a "diez párvulos de las familias más
distinguidas de esta isla", En febrero
de 1804, la expedición llegó a Puerto Rico
y, al mes siguiente, al territorio de la
actual Venezuela.
En mayo, el convoy se dividió en dos grupos: el primero, al
mando del cirujano José Salvany,
subdirector de la misión, se dirigió al sur para distribuir la vacuna por América del Sur.
La expedición comenzó con un naufragio en la desembocadura del río Magdalena y estuvo llena de penalidades y obstáculos. La mayoría de sus miembros no sobrevivirían. El propio Salvany enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo. Finalmente, murió en la ciudad de Cochabamba en 1810.
El segundo grupo,
comandado por el propio Balmis, se dirigió hacia
el norte con la intención de extender la vacuna por el Caribe,
Centroamérica y el norte del continente.
BRIGADAS SANITARIAS
El médico se encontró a veces con
grandes reticencias entre la población local. No en vano ningún padre quería
dejar que a su hijos sanos se les introdujera una enfermedad mortal con la
promesa de que (seguramente) no les pasaría nada. Ante la falta de niños,
Balmis compró esclavos, tres mujeres e incorporó un niño, tambor del Regimiento
de Cuba.
En la Nueva España, se encontró con la oposición del
virrey, por lo que estableció varias Juntas
de Vacuna, organismos que se encargaban de velar por la frescura y
distribución del fluido así como de la captación de los niños que debían ser
sucesivamente inoculados.
Balmis dejó a su cargo la vacunación del virreinato y las sucesivas expediciones que se organizaron hacia el norte, que llevaron la vacuna a Texas, Arizona, Nuevo México o California.
El médico volvió a hacerse a la mar,
esta vez con rumbo a las islas Filipinas,
para repetir allí la empresa americana.
La misión llegó al archipiélago en abril de 1805. De nuevo
los más los altos cargos políticos y eclesiásticos no colaboraron, pero gracias
a su perseverancia y a las autoridades de menor rango, a principios de agosto,
ya se habían vacunado nueve mil personas. Balmis comisionó a varios de sus
subordinados para extender la vacuna al resto de islas.
Los pequeños grandes héroes fueron acomodados en familias
en México, e Isabel y Balmis continuarían la brigada sanitaria con otros 26
niños hacia Filipinas, erradicando durante su cruzada la pandemia que desoló al
mundo.
Su vuelta a Madrid se produjo el 7 de septiembre. Carlos IV
lo recibió en su palacio de San Ildefonso, donde lo colmó de honores y
felicitaciones. Había terminado el que el naturalista Alexander von Humboldt
calificó como el viaje "más memorable en los anales de la historia".
Es interesantísima la historia. En “A flor de piel” queda reflejada especialmente la travesía con todas sus vicisitudes.
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